Uno de los ámbitos en los que nunca había entrado era el de la ilustración de libros de texto. Siendo, como soy, contrario a su tradicional papel en la enseñanza, que los convierte en el principal vehículo de la didáctica, y siendo, por demás, especialmente escéptico con respecto a la relevancia que se le concede a la Filosofía en los planes de estudio de Bachillerato, la aceptación del encargo me supuso cierta contradicción de principios, que solo fue testimonial, claro, que uno está para lo que le manden. Con esta participación se inició una colaboración más que copiosa con la editorial Edebé, y a este libro le siguieron algunos otros, en los que todavía estoy involucrado, si es que las demoras en la aplicación de la LOMCE lo permiten. Mi querido amigo José Antonio Francés, fecundo y talentosísimo escritor, fue mi introductor en estos menesteres, cuya urgencia no nos despista de nuestros más queridos proyectos en común.