Javier Hermida: un constructor de espacios imaginados

Francisco Mantecón Campos

En la vida todos necesitamos un guía. Es posible que éste cambie según los distintos periodos por los que vamos pasando o, por el contrario, puede que el mismo permanezca durante mucho tiempo. Un guía no tiene que ser alguien con quien tengamos demasiado contacto, ni siquiera es necesario que él o ella sepan que eso significan para nosotros. Un guía es alguien a quien tener como referencia; en quien apreciamos coincidencias en cuanto al camino elegido y le vamos observando, siempre unos pasos por delante de nosotros. Alguien cuyo ejemplo ilumina momentos de oscuridad, cuyas palabras se nos quedan guardadas en el cajón de las cosas que catalogamos como "verdades". Alguien a quien seguimos por decisión propia, en quien nos fijamos y observamos cada paso.
Mucho de esto es para mí, Javier Hermida. Una persona que ha estado presente en diferentes etapas de mi vida, con la que por consiguiente he coincidido en lugares y en vocación profesional, él siempre unos pasos por delante de mi en función de nuestras edades, a una distancia suficiente para poder observarle, admirarle y aprender de él en muchos aspectos.
Ambos dimos nuestros pasos como alumnos en el colegio de los PP. Salesianos de Alcalá. Es obvio que en esos años ya van despuntando quienes tienen habilidades especiales, por ejemplo para el dibujo. Recuerdo claramente cuando se extendió por el colegio la noticia de que Javier había sido ganador del Premio "Chicos para Gijón"; era 1975 y guardo en la memoria con la nitidez de lo admirado aquel dibujo: una escena de la película "Jesucristo Superstar" en que aparece Jesús en primer término. Años después se nos llamó desde el mismo centro para participar en unos actos como antiguos alumnos; a ambos se nos convocaba en nuestra condición de estudiantes de Bellas Artes para organizar una exposición de nuestros trabajos como una de las actividades incluidas en aquella programación. Como digo, ya entonces éramos ambos alumnos de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, él algún curso por delante de mí; aunque nos conocíamos, era aquella la primera ocasión en la que hablábamos y recibí de Javier sus palabras de ánimo, su ofrecimiento y la impronta de algo que a mi entender siempre le acompaña: la sensación de tratarse de una persona que siempre disfruta enormemente con lo que está haciendo en cada momento.
Más adelante hemos vuelto a tener contactos, ya más frecuentes, en nuestra vida profesional. Javier como profesor de Instituto, yo como técnico de Bellas Artes del Ayuntamiento. He compartido con él actividades y conversaciones, a través de ellas he conocido su afición por el cine, por la música, por la propia conversación como manera de estrechar vínculos con los demás; Javier es un gran conversador.
En un momento como el actual en que la técnica, entendida como compartimiento estanco que reclama una pureza en su uso, va cediendo terreno a favor de un artista capaz de utilizar todo cuanto esté a su alcance como instrumento para transmitir un contenido y, lo que es más importante, convertirlo en Arte, Javier es todo un modelo de creador que ha manejado, y a veces combinado, los más diversos medios y procedimientos a favor de la idea final, que al salir de sus manos siempre acaba siendo un objeto de singular belleza. Recuerdo, hace ya años, sus primeras incursiones en el cómic; fue editor desde 1982 a 1984 de la revista "Orbis Tertius", la primera de este género editada en Andalucía. Después le he conocido otros trabajos en este campo, como el cómic realizado para el Archivo general de Andalucía titulado "Un día en el archivo", o el que hizo por encargo del Ayuntamiento de Alcalá para explicar la plaga de insectos que hace algunos años afectó a nuestro pinar, ambos con una enorme calidad didáctica y artística.
Ha destacado siempre como ilustrador y cartelista. Entre sus obras destacan portadas de revistas de ámbito provincial o regional, colecciones de láminas utilizadas como obsequios por entidades públicas o privadas, o carteles realizados para anunciar diversos eventos festivos o culturales, destacando entre ellos los que firmó en los años 1983, 1993 y 2000 para la feria de nuestra localidad, o la magnífica colección realizada junto con el también artista Daniel Quirce dedicada a la ópera. Aún me emociono al recordar, después de haberlo visto varias veces, su trabajo en vídeo sobre el "Taxodium" que se encuentra frente al Instituto Albero, a orillas del Guadaíra, grabado durante un año entero desde la ventana de su departamento para ir recogiendo, a manera de biografía de este árbol, sus mágicos cambios de colores y apariencia al paso de las estaciones. En la misma especialidad, el video, le conocí años antes verdaderas delicias de originalidad y gusto estético, alguna de ellas mereció ser galardonada con los premios "Claudio Guerin" que el Ayuntamiento alcalareño convocaba.
Otros campos en los que ha destacado la genialidad de Javier son la realización de "story-boards" para películas, murales de grandes dimensiones para edificios singulares o diseños de decorados y escenografías. No quiero dejar atrás, por mayor subrayar la amplitud de áreas a las que Javier aporta su personalidad creativa, 1os tres premios ganados en ediciones consecutivas a finales de los años 90 por sus proyectos de innovación pedagógica, desarrollados con sus alumnos.
En el ámbito de la pintura de caballete, propiamente dicha, resuelve de manera magistral el manejo de las técnicas acrílicas, aunque acaso donde más destaque su impronta de magnífico dibujante y su dominio del color sea en la acuarela, procedimiento en el que ejecuta verdaderas obras maestras que han jalonado su trayectoria profesional hasta la fecha.
Tal profusión de procedimientos artísticos y experiencias creativas, con el denominador común de la maestría y la genialidad en todas ellas, sólo se explica si uno entiende todo ello apoyado en un armazón común que les sirve de cimientos y estructura soportante: su extraordinaria capacidad para el dibujo, para ser un "médium" que convierte en formas y en espacios visuales aquello a que en origen es sólo una idea, una abstracción mental.
Hace apenas unos meses, en la Casa de la Cultura de nuestra ciudad, Javier triunfaba con una exposición de acuarelas, la mayor parte de ellas dedicadas a paisajes alcalareños. Hacía casi quince años que no exponía en su tierra, por lo que la expectación fue enorme y se vio correspondida con uno de los mejores conjuntos pictóricos que se han mostrado en Alcalá en los últimos años. No he visto nunca reflejar en un paisaje de la ribera del Guadaíra, no ya el colorido ni la atmósfera, sino la "humedad", la umbría del entorno, como en una de las acuarelas que mostraba Hermida en esta serie.
Una de las grandes oportunidades que mi trabajo me depara es tener el privilegio de poder estar en contacto con la obra de artistas que uno admira. En esta ocasión, en mi papel de técnico de la Delegación Municipal de Cultura, tuve la posibilidad de facilitar a Javier lo necesario par que pudiera llevar a cabo esta exposición, sintiéndome así colaborador cercano durante unos días del trabajo de alguien a quien tanto he seguido, siempre unos pasos por delante de mí, pero compartiendo con él el mismo camino del gusto por las artes, especialmente de la que para mí es, sin ánimo de convencer a nadie, la más maravillosa manera de expresión que ha salido de la mano del hombre en toda su historia: la pintura.

La lógica frente a la adivinación

Miguel Clémentson Lope

Cada autor configura y define una particular dialéctica a la hora de abordar esa singular aventura que supone enfrentarse con la inquietante y difícil tarea de componer una superficie individualizada, mensurable, con grafismos, manchas, signos y colores. Todos parten en su etapa de tanteos de supuestos homogeneizados, pero son pocos los que logran codificar un lenguaje diferenciado, revelador de un impulso creativo suficientemente contrastado. A este segundo grupo pertenece, sin duda, el artista que hoy concurre a nuestra sala.
Javier Hermida posee los conocimientos precisos para romper voluntariamente la estructura coherente de las formas con que nos obsequia la naturaleza, de manera que su proceder operativo fluctúa, precisamente, en ese ámbito tan privativo y tan difícilmente alcanzable para la gran mayoría, en ese lugar remoto de la consciencia donde la lógica cede ante la adivinación.
Su actitud ante el hecho plástico es especialmente inquietante: una mancha abstracta, intuitiva y genérica, sugiere el sendero abismado en el que adentrarse. A partir de este momento comienza a desplegarse un lento proceso, que a veces no concluye sino al cabo de los años. En ese compás, en ese trance vehemente pugnan percepción y memoria, clarividencia y estímulo, seducción y presentimiento. Lentamente, las imágenes surgen casi so1as; únicamente ha sido preciso provocarlas un poco. Ahora colman la superficie de la tela, se solapan, rebosan los propios límites de esta incipiente composición. Y, como resultado de toda esta química compulsiva, este desarrollo cromático -que crece y multiplica sus tentáculos hasta dominar casi por completo el procesoposibilita, por azar quizá, .la eclosión figurativa, el nacimiento de la forma. A Javier Hermida le complacen estas hechuras visuales puras por sí mismas, cuando fluyen, culebrean o se agitan sobre el lienzo, en este intermezzo cenital del proceso. Sin embargo, difícilmente concluye una de estas obras con una resolución final de carácter abstracto. Siempre, un último empujón, una exigencia visceral, encauza a la composición en su conjunto hasta el umbral de la figuración.
Tampoco le son precisos los bocetos previos. Casi nunca parte de una idea preconcebida; antes bien, se nutre de los destellos y sugerencias que las masas de color, contornos y grafismos, apuntan desde el lienzo. Esa manera ágil y cambiante, que fundamenta su particular proceder compositivo, encuentra su medio óptimo de expresión en la técnica de la acuarela, una de las más difíciles de dominar porque exige igualmente, como contrapunto, una extrema contención y pulcritud, a la hora de desplegar y definir las masas cromáticas. También su pintura contiene el gesto propio de lo licuedescente; posee idénticos efectos lumínicos, cimentados en ese sistema tan característico de mancha en zonas. No quiero decir con esto que su pintura carezca de corporeidad. En absoluto. Muy al contrario, en todas estas composiciones Hermida ha introducido un variopinto repertorio de recursos técnicos, cuyo despliegue confiere a estos trabajos una consistencia plástica muy interesante. Así, tras sucesivas capas de acrílico, barnices acuosos o colas, puntualmente lijadas en ciertas zonas, introduce aguadas para texturar determinados fragmentos, o superpone collages, con la intención de sugerir nuevos planos compositivos, de acentuado contraste.
Su exigencia más inmediata al hacer uso de toda esta pluralidad de procedimientos es que los materiales sequen con relativa rapidez. Por ello, a veces, se auxilia del secador de mano para acelerar todo este proceso.
Otro aspecto destacado de la obra de Javier Hermida es su evidente carácter preciosista. No es extraño que palpite esta valoración plena y optimista en quien tan buen gusto ostenta al hacer uso del color. El decorativismo de estas composiciones aflora como valor inherente, nunca como un factor añadido que haya que cuantificar en el ámbito de lo peyorativo. La calidad plástica de toda esta pintura destaca, en suma, sobre todas otras posibles contingencias.
Hermida ha estado vinculado al mundo del cómic, campo abonado para ilustradores. Varios proyectos le pusieron en contacto con esta especialidad tan peculiar, que requiere extrema frescura y facilidad para el dibujo.
Para completar el recorrido por la producción de este artista hemos de referirnos a sus esculturas. Todos estos trabajos tienen una evidente conexión con los supuestos de los que parte a la hora de acometer sus proyectos pictóricos, en este caso considerados desde el perímetro de la tridimensionalidad. Hay aquí un fuerte sentido constructivo, cuya mecánica de aplicación se establece desde la vertiente interna de la obra, para mediatizar el propio perímetro volumétrico envolvente. Son piezas de pequeño formato, conformadas con materiales efímeros, lo cual propicia una fácil manipulación de las mismas. En ellas persiste esa habitual reflexión en torno a planos y texturas, que anteriormente hemos comentado en relación con su pintura. En cada caso el color cumple aquí una función igualmente determinante para la valoración definitiva de la masa tectónica resultante. Javier Hermida colabora habitualmente en proyectos decorativos de arquitectura de cuya experiencia se nutre, sin duda, para avivar todas estas reflexiones volumétricas.


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